¿Cómo crees sería tu vida si dejaras que tus
adicciones la controlaran? Eso es lo que Steve McQueen nos plantea en su última película, Shame. En ella descubrimos la vida de
Brandon Sullivan, un treintañero soltero que aparentemente tiene una vida
normal en Nueva York, pero quien en realidad vive ocultando a todos un gran
secreto: su adicción al sexo. La aparición en escena de su hermana menor Sissy
solo conseguirá que el aparente control que Brandon tiene sobre su adicción se venga
abajo.
McQueen ha conseguido plasmar en los 101 minutos de película la angustia de alguien que vive en una espiral de sexo sin compromiso, de alguien que está 24 horas al día pensando en su adicción y en cómo rascar segundos a sus obligaciones para dedicarlos a ella, de alguien que deja poco espacio en su vida para los sentimientos. Sullivan es un hombre con una doble vida: la que todos conocen, la de un hombre de éxito profesional, y otra de la que de verdad disfruta y que mantiene ajena a quienes le rodean… Hasta que aparece Sissy y suceden una serie de acontecimientos que ponen su secreto en peligro. Tener a su hermana en casa, su escondite, donde podía bajar la guardia y disfrutar plenamente del sexo; un virus en su ordenador, y una cita harán que acabe replanteándose si de verdad es feliz con su vida. Todo esto contado de tal forma que el espectador consigue meterse en la piel de Brandon y sufrir su desesperación, la tensión al ver que puede ser descubierto, o su relajación, como en la escena en la que sale de noche a correr por las calles de Nueva York (de la que habéis podido ver una parte en el tráiler).
Sin
embargo, a pesar de conseguir transmitir todas esas emociones, hay algo que no
terminó de gustarme y que me dejó con la sensación de que la película promete
más de lo que finalmente da. Seguramente sea el hecho de que el desenlace llega
de forma muy repentina. Después de pasar gran parte de los minutos de película
consiguiendo que sintamos muy dentro la angustia del protagonista, el final se
echa encima muy de sopetón, sin casi tiempo para asimilarlo, y dejándonos con
la sensación de que ha faltado tiempo para terminar de explicar con detalle,
con el mismo detalle con el que hemos visto toda esa espiral de adicción y
angustia, un final que parecía destinado a suceder.
Pero no
os quedéis con esta sensación final. Dejando al margen el cómo transcurre la
historia, si hay algo que destaca por encima de todo es la fantástica interpretación
de Michael Fassbender, quien retrata a la perfección la evolución de Sullivan desde
la felicidad de su vida actual hasta las dudas y la desesperación provocadas
por su adicción. Si por algo merece la pena ver Shame es, sin duda, por la actuación de Fassbender.
En
conclusión: la película consigue que nos identifiquemos con la angustia y la
desesperación a la que esa adicción al sexo le lleva a Brandon tras la
felicidad inicial, aunque con un desenlace un tanto repentino y breve. Merece
la pena verla por la actuación de Fassbender, esa que a muchos sorprendió que
no le valiera una nominación para los Óscar. Eso sí, la alta carga de contenido
sexual puede hacer que algunos no se sientan cómodos con lo que están viendo en
pantalla.
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